1. El esmalte que cubre los dientes es la sustancia más dura del cuerpo. Esto no significa, sin embargo, que podamos abrir botellas o romper nueces con ellas, ya que las podemos perder.
2. Los dientes nos salen cuando somos bebés pero, luego, nos caen todas y nos vuelven a salir de nuevo. ¿Por qué? Pues porque en la boca de un niño no hay suficiente espacio para el conjunto de dientes con el tamaño de cuando somos adultos.
3. Las personas diestras tienen los dientes de la parte derecha de la boca más desgastadas, mientras que las zurdas usan más los dientes de la banda izquierda.
4. Cuando masticamos, sólo movemos la mandíbula inferior. ¡Es más fácil que mover la cabeza de arriba abajo!
5. La primera pasta de dientes de la historia la crearon los egipcios del año 5000 antes de Cristo. Entre sus ingredientes, se incluían la piedra pomez, polvo de pezuña de animal y cáscara de huevo. Por extraño que parezca, no se produjo ningún avance en la composición de este producto hasta el siglo XIX.
6. El récord mundial para los dientes más fuertes del mundo lo tiene un ciudadano belga, John Massis, que estiró de varios vagones de tren en Long Island con una cuerda entre sus dientes.
7. El miedo al dentista se conoce como ‘odontofobia‘. Se calcula que entre el 9 y el 15% de la población tiene tanto pánico al dentista que soportarían un dolor de muelas horrible antes de que solucionar el problema.
8. La caries fue, en sus inicios, una enfermedad de ricos. Surgió cuando en el siglo XVIII el azúcar se convirtió en un ingrediente popular entre las clases altas, lo que llevó a muchos médicos a especializarse en odontología.
9. En el Siglo de Oro, las dentaduras se recomponen utilizando dientes extraídos de criminales ejecutados. Los campos de batalla suministraban una gran fuente de dientes de sustitución y en Gran Bretaña ‘los dientes Waterloo’ llegaron a hacerse muy populares.
10. En contra de los rumores, la dentadura postiza de George Washington no estaba hecha de madera sino de marfil tallado de hipopótamo al que se unieron dientes humanos y, incluso, algunas partes de dientes de mono y de caballo.
11. A lo largo de la historia, los personajes más ilustres se han preocupado por disimular sus defectos dentales. La reina Isabel I de Inglaterra, por ejemplo, llenaba los huecos de los dientes que le faltaban con pequeños trozos de tela.