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Los secretos de la pasta de dientes

La primera pasta de dientes de la historia fue ideada por los egipcios hace 5.000 años. La fórmula, muy abrasiva y de intenso sabor, estaba compuesta de piedra pómez pulverizada, sal, pimienta, agua, uñas de buey, cáscara de huevo y mirra. Desde entonces hasta ahora su composición ha evolucionado notablemente: hoy se vende en tubos flexibles (lo inventó Colgate a finales del XIX) y contiene flúor, agentes limpiadores, sustancias antibacterianas, pulidoras, espesantes, conservantes, saborizantes…

El 95% de los españoles de más de 35 años tiene caries, según el Consejo General de Dentistas de España. Este problema bucodental -al que se le suman la gingivitis, la placa, la sensibilidad o el mal aliento, entre otros- tiene solución o, al menos, se puede prevenir con una buena higiene. Las marcas de dentífricos nos venden sus fórmulas patentadas con eslóganes del tipo “limpieza total” o “eficacia máxima” pero, ¿cuál debemos elegir? María José Muñoz, vicedecana de Odontología de la Universidad Europea, no distingue entre las marcas que se venden en los supermercados y las de farmacia. “Todas pasan controles de calidad y están bastante equiparadas. La diferencia está en si la persona tiene algún problema concreto”. Ahí, según la experta, es preferible acudir a la farmacia, donde se pueden encontrar dentífricos específicos como Parodontax (con bicarbonato sódico que ayuda con problemas de encías como la gingivitis o la periodontitis), Desensin (que trata la sensibilidad dental) o Yotuel (a base de peróxido de carbamida para blanquear). En el caso de las cremas blanqueantes, “son más útiles para mantener la blancura de los dientes tras un tratamiento que para quitar manchas”, asegura Muñoz.

Los detractores de los dentífricos comerciales alegan que éstos contienen productos químicos, plásticos que dañan el medio ambiente, conservantes y edulcorantes, entre otras sustancias. “Muchas de ellas son nocivas porque irritan la mucosa oral y merman su capacidad de absorción”, alega Alejandra Llamas, cofundadora de Vita33, que comercializa productos de cosmética natural, entre los que se encuentra Ecodenta. Como ésta, muchas marcas han sustituido los compuestos habituales por productos ecológicos “que realizan la misma función”, afirma Llamas. Algunos de ellos tienen efectos antibacterianos y actúan contra la placa como la salvia, el tomillo, la canela o el clavo. Por otro lado, el propóleo, el lentisco o la mirra protegen las encías y la manzanilla es un antiinflamatorio natural. Estas cremas dentales no son totalmente blancas al carecer de colorantes, son menos espumosas y su sabor lo aportan los extractos de plantas aromáticas como la menta o la clorofila, o frutas como la fresa o el limón. Un buen ejemplo es Homeodent o Ecodenta, cuyo producto estrella es su pasta de dientes negra blanqueadora a base de carbón ecológico.

Otro de los argumentos de los detractores es que el flúor puede provocar flourosis dental u ósea, que afecta a los huesos y provoca manchas en los dientes si se consume en altas dosis. “Las concentraciones de esta sustancia son bajas y poco nocivas, siempre que no se ingiera”, cuenta Muñoz. “En la comunidad científica no hay duda acerca de los beneficios del flúor. Se considera, además, que el hecho de incorporarlo ha reducido la caries entre un 25-35%“, aclara Óscar Castro, presidente del Consejo General de Dentistas de España. Para que la pasta sea efectiva, la cantidad de esta sustancia debe ser de en torno a 1500 ppm (150 mg. por 100 gramos de crema).

Desde el punto de vista de la edad, los menores de seis años no son capaces de enjuagarse y escupir, y se corre el riesgo de que se traguen el producto. Por este motivo, “las pastas para niños contienen una cantidad inferior de flúor“, asegura Ameneiro, jefe de producto de Oral-B en España. En el caso de los menores de dos años “es mejor cepillarles sin pasta”, aconseja Castro.

“En la actualidad los componentes usados en los dentífricos cumplen rigurosamente todas las reglas estipuladas de seguridad del consumidor”, afirma Castro, que alerta del uso de “fórmulas caseras” a base de sal, bicarbonato o limón. “El limón se come el esmalte debido a la acidez, y la sal y el bicarbonato son muy abrasivos”, explica Muñoz.

¿Se ha planteado por qué algunos dentífricos tienen rayas de colores? Se trata de una cuestión estética. Su origen data de 1955 con el fin de asemejarlos a bastones de caramelo. Su uso se popularizó en los 60 de la mano de Signal, que sigue incorporándolas a día de hoy.

FUENTE: http://www.elmundo.es/vida-sana/bienestar/2017/01/11/586e1ff1e5fdea69288b468f.html