Enrique Jadad Bechara
El bruxismo ha sido descrito en la literatura como el hábito involuntario de rechinar o apretar los dientes. Esta patología se ha clasificado en el grupo de las parafunciones, lo que significa que es parte de las actividades del sistema de masticación que carecen de un propósito funcional, como la trituración de los alimentos. Cuando los seres humanos tienden a rechinar o apretar los dientes, la musculatura del sistema masticatorio se encuentra en estado de hiperactividad. Este fenómeno se ha reportado que tiene altos índices de prevalencia en adultos y en la población infantil.
Son muchos los hábitos parafuncionales, aparte de rechinar o apretar los dientes: podemos citar el morderse los labios, la lengua o las mejillas, el comerse las uñas, lápices o similares. Los reportes de casos indican que muchas personas realizan una o más de estas actividades de manera inconsciente. No se ha encontrado consenso acerca de la etiología del bruxismo, por lo que se lo considera una patología de origen multifactorial en la cual influyen factores locales oclusales, psicológicos, tensionales, neurológicos y alteraciones del sueño.
El bruxismo se hace presente tanto de día como de noche. El bruxismo diurno se relaciona directamente con estrés y ansiedad, afecta a un 20% de la población y es el tipo de bruxismo menos estudiado, donde las pruebas a efectuar alteran el comportamiento de los pacientes. Por su parte, el bruxismo nocturno se presenta durante el sueño (fase REM) y afecta del 8 al 16% de la población, no hay diferencias entre los géneros y es inversamente proporcional a la edad de los pacientes. Cuando se presentan casos severos de bruxismo, el paciente rechina los dientes por más de 45 minutos seguidos aplicando fuerzas mayores que en la masticación. Estos hábitos parafuncionales han llegado a más de 100 kilogramos, según estudios.
Los pacientes en un gran porcentaje no detectan los síntomas porque se generan de manera inconsciente durante la fase de sueño. En los casos crónicos o de larga data, aparecen tensiones o hipertrofia de la musculatura masticatoria. Los estudios sobre el bruxismo nos hablan de dolor en los dientes, las articulaciones temporomandibulares (ATM), la sien, los oídos (ruidos y tinitus), la nuca y los hombros. Las sobrecargas prolongadas en las ATM pueden generar alteraciones que dificultan el proceso fisiológico de abrir la boca o el paciente percibe ruidos en las articulaciones; en muchos casos, se presenta un desplazamiento del disco articular que puede generar impedimento al tratar de abrir la boca.
De los procesos más complejos referente a esta disfunción es su diagnóstico. Al ser un acto inconsciente, que se presenta adicional al acto de masticar o deglutir, en gran porcentaje de los casos no se le trata a tiempo y los pacientes acuden a buscar tratamiento cuando los daños en los dientes y estructuras adyacentes al sistema gnático son evidentes. Para el tratamiento del bruxismo es importante identificar el factor etiológico principal, hacia el cual se debe enfocar la terapia inicial. Si existen
desarmonías masticatorias, deben ser corregidas. Referente al tratamiento del bruxismo, ha sido ampliamente reportado el uso de placas oclusales de diferentes tipos, el apoyo con farmacoterapia basada en la formulación de relajantes musculares, antiinflamatorios y analgésicos, estrategias de orientación al paciente, control del estrés y la ansiedad, evitar factores de riesgo y de exacerbación como el tabaco, la cafeína o drogas como la cocaína, técnicas de relajación, hipnoterapia, acupuntura, terapias cognitivas, dispositivos de biofeedback, y otros.
Botox para el bruxismo
En la literatura aparecen cada vez más aplicaciones de la toxina botulínica para el tratamiento de mialgias masticatorias, bruxismo y luxación de la mandíbula. La toxina botulínica ha existido por siglos, pero sus efectos benéficos solo se han considerado válidos desde hace relativamente poco tiempo. La primera vez que se habló de la toxina botulínica sus propiedades cosméticas eran completamente desconocidas. En 1820, después de la muerte de decenas de alemanes (al parecer tras ingerir morcillas mal preparadas),un científico llamado Justinus Kerner decidió que debía de haber una causa más convincente. Durante su investigación, en la que llevó a cabo experimentos con sobras de comida, descubrió que el envenenamiento alimentario y los síntomas neurológicos posteriores se debieron al consumo de alimentos enlatados de forma inapropiada e incluso llegó a inyectarse toxina botulínica para buscar y desarrollar posibles tratamientos. Los estudios de Kerner condujeron a la primera definición clínica del botulismo. Años más tarde, Emile Pierre Van Ermengem, de Ellezelles, Bélgica fue el primero en describir la presencia de la bacteria Bacillus botulinum en 1895. Años más tarde, fue llamada Clostridiun botulinum, microorganismo precursor de la toxina botulínica tipo A que se utiliza hoy día con fines terapéuticos en humanos.
En la década de 1950, el Dr. Vernon Brooks descubrió que la inyección de una pequeña cantidad de toxina botulínica podía relajar la musculatura. Por su parte, el Dr. Alan B. Scott no tardó en empezar a experimentar en monos y descubrió que la toxina botulínica tenía la capacidad de corregir el estrabismo. Aquel fue el primer paso hacia el amplio uso que actualmente se hace de la toxina botulínica para tratar desórdenes musculares. Sin embargo, también observó que dejaba a los pacientes con los ojos bien abiertos y que reducía visiblemente sus arrugas.
La toxina botulínica es una sustancia anticolinérgica que actúa principalmente como relajante muscular e inhibe la liberación de acetilcolina. Este compuesto en actúa sobre las terminaciones nerviosas presinápticas mediante un mecanismo que impide la acción de los iones de calcio en el proceso necesario para la liberación de acetilcolina y disminuye el potencial de placa, causando finalmente una parálisis muscular. En 1988, el laboratorio Allergan se hace a los derechos de distribución de la toxina botulínica tipo A, conocida comercialmente como Oculinum. Este laboratorio se dedicó a llevar a cabo ensayos clínicos de este producto para aplicarlo en otras patologías o disfunciones, incluyendo la distonía cervical.
Desde hace varias décadas, el producto conocido como botox ha sido formulado y aplicado en el manejo de patologías como problemas neurológicos, estrabismos, distonías musculares, enfermedades del sistema digestivo, en urología y en el manejo de correcciones estéticas. Se ha utilizado por más de 15 años para tratar cerca de un millón de pacientes en todo el mundo y está aprobado por los ministerios de salud de más de 100 países. Se ha reportado el botox para el tratamiento de desórdenes de la articulación temporomandibular, obteniendo mejoría en la sintomatología estadísticamente significativa. La toxina botulínica tipo A se ha utilizado como manejo conservador de la hipertrofia de músculos maseteros y temporales,
encontrando a esta toxina segura y una alternativa para su tratamiento. Hace poco tiempo, la compañía Allergan logró que el Ministerio de Salud en Colombia y el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA) le dieran el aval para usar este fármaco en el manejo del bruxismo.
Los estudios reportados en la literatura muestran resultados satisfactorios para pacientes con bruxismo utilizando toxina botulínica tipo A, ofreciendo seguridad y efectividad en manos entrenadas, con mínimos efectos adversos, siendo un tratamiento conservador. Esta literatura sobre el bruxismo está creciendo exponencialmente día a día en revistas indexadas del mundo entero.
Dosificación y protocolo
Se deben colocar inyecciones de botox en ambos lados de la cara e inyectar los músculos maseteros y temporales. En los maseteros se deben inyectar 3 puntos con 10U/0.1 ml en cada punto. En los músculos temporales se deben colocar dos inyecciones en dos puntos a cada lado de 10U/0.1 ml, para un total de 100U de botox que corresponden a un vial. El botox ha sido reportado tóxico cuando se usan 400U, por lo que con 100U se trabaja con un margen de seguridad amplio.
El 94.1% de los pacientes reportan de buenos a excelentes resultados después del uso de botox para el manejo del bruxismo. El inicio del efecto del medicamento es de 2 a 10 días después del inicio de la terapia, donde es importante el conocimiento técnico, la pericia y la manipulación del producto para lograr resultados que mejoren la calidad de vida a los pacientes.
FUENTE: https://la.dental-tribune.com/epaper/dental-tribunes/dt-latin-america/dt-latin-america-no-6-2018.pdf